La isla de White Island o Whakaari en maorí, se encuentra en la Bahía de Plenty, a unos 48 km en la costa este de la isla norte de Nueva Zelanda.
Lo que parece una simple excursión de barco a una isla deshabitada, se acaba convirtiendo en una experiencia imposible de olvidar. ¡Caminar en medio de un volcán en plena actividad!
Es cierto que no es un volcán que esté escupiendo lava, pero tampoco las tienes todas contigo.
Nuestro viaje comenzó desde el puerto de Whakatane. De allí parten las excursiones para visitar la isla con “White Island Tours”
Nuestro barco, el Peejay V salió puntual en dirección a la pequeña isla. Ya durante el trayecto se podía observar una actividad continua de fumarolas en distintos puntos de la isla.
Los comentarios del guía ayudaban a tranquilizar: “La isla está repleta de gases tóxicos, continuos movimientos sísmicos y otras pequeñas menudencias”.
Así, cuando llegamos a la isla, hora y pico más tarde y nos equipan con un casco y una máscara antigás, el primer pensamiento es “¿Dónde rayos nos hemos metido?”
White Island o «la isla misteriosa»
La isla White es de propiedad privada, aunque con el correspondiente permiso (que ya se encargan de obtener por nosotros), no hay problema para visitarla.
Lleva abandonada desde 1930, ya que la floreciente industria de azufre del lugar no compensaba los sustos de los trabajadores.
Y no. No es ninguna broma.
Cuando comienzas a caminar, te sientes parte de otro planeta. Toda la superficie está cubierta de cristales de azufre desperdigados.
Hay que ir atento a las indicaciones del guía para no acercarse demasiado a una fumarola de gases sulfúricos y piedras incandescentes.
De pronto, unos baños de lodo. Ideal para el cutis. Si no fuese porque están a más de 200ºC.
Cinco minutos de paseo y empiezas a acostumbrarte. Un pequeño aroma a huevos podridos (por el azufre, evidentemente) y una brumilla ligeramente irrespirable. ¡Para eso está la máscara!
Desde el cráter central se eleva una enorme columna de vapor, aunque afortunadamente no vamos a llegar tan lejos. A no ser que queramos acabar un poco recocidos.
Nos conformamos con asomarnos con tiento a los pequeños y numerosos cráteres que nos rodean. De todos sale humo. ¡Y si no, mirad las fotos!
Por fin llegamos a una gran laguna llena de…¿agua?
Pues no. Es ácido sulfúrico casi puro. Un pequeño baño en estas termas y acabarías como la abuela de la película “Dante’s Peak”. Si, aquella del volcán que hace que todo el lago se vuelva un caldo de peces achicharrados.

La experiencia es difícil de explicar si no se vive. No es una excursión para dar románticos paseos, ni contemplar la flora y fauna del lugar.
Pero se siente la fuerza de la tierra como en pocos lugares. Y por si se te olvida, ya hay pequeños terremotos cada pocos minutos que te lo recuerdan.
De camino de vuelta al puerto donde nos espera nuestro barco, nuestro pensamiento es único.
¡Qué lugar más increíble! ¡Y qué día más bien aprovechado!
Si quieres otras posibilidades de viaje en Nueva Zelanda, no te pierdas nuestra visita a Stewart Island
No te pierdas los nuevos contenidos que se publiquen para tener información y hacer más fácil la organización de tu viaje
Entrañable ?
Es que nos encantan los viajes románticos, jaja.