Una excursión por Artziniega que nos ha deparado curiosas sorpresas
Artziniega se encuentra en la puntita noroeste de la provincia de Álava. Aunque se haya mucho más cerca de Bilbao que de Vitoria.
Para llegar hasta aquí hemos partido desde la estación de autobuses del centro de Bilbao. En poco más de 45 minutos llegamos a este extremo, donde confluyen Álava, Vizcaya y Burgos.
Es un pueblecito pequeño, de unos 2000 habitantes que, sin embargo ha estado poblado desde la época prehistórica, como señalan los restos encontrados.
En 1272, Alfonso X el sabio lo funda oficialmente. Aunque al principio perteneció a Vizcaya, acabó siendo parte de la provincia de Álava.
A finales del siglo XIX y principios del XX, tuvo cierta importancia económica, e incluso contó con un tren que conectaba Artziniega con Sodupe. Sin embargo, los continuos problemas que tenía y un trágico accidente, dieron al traste con el transporte ferroviario.
Desde el pueblo podemos disfrutar de unas preciosas vistas de la Sierra de la Carbonilla, que separa esta zona del Valle de Mena, en Burgos.
Lo más impresionante de esta Sierra es su espectacular corte rocoso que nos dirige hasta la Peña de Castrogrande. Desde este punto podemos contemplar el enorme monolito del Diente del Ahorcado, de 50 metros de altura y separado de la punta por una profunda brecha en el vacío.
CASCO VIEJO DE ARTZINIEGA
Paseando por su casco antiguo, se puede disfrutar de un maravilloso pueblo que ha conservado casi todo el encanto de antaño. Gracias a su escaso desarrollo poblacional, se ha conservado casi toda la estructura original y podemos caminar por sus calles empedradas. Estas formaban parte de la ciudadela fortificada, aunque la muralla parece que no tuvo demasiada utilidad.
De pronto llegamos a la Iglesia de la Asunción. Una pequeña iglesia del siglo XVI, aunque ha ido creciendo con añadidos posteriores.
Lo que si nos llamó la atención son las pinturas de su pórtico, y que os recomendamos disfrutar.
En la bóveda del pórtico se pueden ver las típicas imágenes de santos, muy coloridas, lo cual ya llama la atención.
De pronto observamos que San Roque tiene una tirita cubriendo una herida. San Miguel hace publicidad de la cerveza que lleva su nombre. Santa Eulalia lleva tatuadas la hoz y el martillo en un pie.
¿Qué es esto?
Luego nos enteramos que estas pinturas son de época reciente. Los pintores quisieron darle un toque original y desenfadado a este pórtico. Y desde luego, lo consiguieron.
Podemos tratar de localizar los distintos “gazapos” que se colaron en cada pintura; las páginas amarillas, un ordenador, incluso hay por ahí un furtivo preservativo.
Saliendo del pueblo nos encaminamos al Museo Etnográfico. ¡No os lo perdáis! Es de los más originales y completos que hemos visto y te puedes hacer perfecta idea de la forma de vida de los últimos 200 años.
Según nos contaron, un grupo de jubilados del pueblo se propusieron recopilar útiles y herramientas de distintas épocas.

Parece que la iniciativa tuvo buena acogida. Pudieron conseguir un montón de utensilios y piezas para montar varias salas representando la vida cotidiana en los pueblos de la zona.
La herrería, la serrería, las estancias de las casas, todo tiene una estupenda representación. La farmacia y sobre todo la tasca-tienda para todo no tienen precio.
No nos dejaron hacer fotos en el interior así que os remitimos a su web.
LAS AFUERAS
Un poco más arriba llegamos hasta el Santuario de la Encina. Aunque el edificio actual es de final del siglo XV, parece que se levantó sobre antiguas construcciones románicas y pre-románicas.

No os perdáis la joya que hay en su interior. Un retablo del siglo XVI, donde se representa la aparición de la Virgen de la Encina, que dio pie a la construcción del santuario.
En su exterior, lo más llamativo es el jardín que rodea el Santuario. Y su centenaria encina, declarada Árbol Singular en 1995.
Sin duda una excursión corta, pero que cunde para una mañana soleada.
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