La Ruta de Caldera Blanca es posiblemente una de las rutas más apetitosas y apetecibles que se pueden recorrer hoy en día en la isla de Lanzarote.
De hecho, esta ruta es una de las que más se consultan en las oficinas de turismo y en los foros de viajeros cuando alguien prepara un viaje a Lanzarote.

Así que vamos a hacer una pequeña guía para que la preparación y acceso a esta ruta os resulte lo más sencilla posible.
Cuando viajas a Lanzarote ya tienes una idea de lo que te vas a encontrar. La cuarta isla canaria, en extensión, es también la que tiene una actividad volcánica más visible, y esto resulta un atractivo innegable que añadir a las preciosas playas de arena negra.

Además de visitar los distintos centros turísticos y descansar en las poco frecuentadas playas, los visitantes suelen acudir principalmente al Parque Nacional de Timanfaya.
Dentro de las opciones que nos ofrece el Parque Nacional, encontramos rutas guiadas por los parajes volcánicos, recorriendo las agrestes coladas que los volcanes dejaron hace más de 200 años.
Sin embargo, estas guías deben ser reservadas con antelación y no siempre tenemos la oportuna previsión para hacerlo.

La Ruta de Caldera Blanca tiene dos importantes motivos que la hacen una de las favoritas del turismo activo;
Primero; pese a estar en el extremo del P.N. Timanfaya, no pertenece a la zona de protección estricta, y no requiere reserva previa, por lo que puedes decidir hacerla cualquier día en función del tiempo y las ganas.
Segundo; El acceso es muy sencillo, a la salida de la población de Mancha Blanca en dirección al Parque. Se puede decir que es fácil llegar en coche hasta el mismo inicio de la ruta
Acceso
Como decimos, la mejor forma de llegar es ir en coche hasta Mancha Blanca y dejarlo en la salida del pueblo hacia el Parque Nacional.
Nada más salir del pueblo hay un pequeño camino de tierra a mano derecha. Es posible dejar el coche en uno de los pequeños aparcamientos que hay en ese camino, pero las plazas son pocas, y hay que ser madrugador si queremos encontrar sitio.

A la entrada del camino vemos un mapa indicativo que nos dice la ruta a recorrer, la distancia y los distintos puntos de interés a lo largo de la misma.
Toda la ruta de Caldera Blanca discurre entre piedra y lava, así que remarcamos la importancia de llevar agua suficiente.
Recorrido por la Ruta de Caldera Blanca
No nos vamos a explayar en las características de la ruta porque eso viene perfectamente explicado en los numerosos carteles informativos que hay a lo largo de todo el recorrido. Si vamos a hacer hincapié en que, en su mayor parte, la ruta es cómoda y fácil de seguir. No obstante un buen calzado es imprescindible para no dejarse los tobillos.

Los 3 primeros kilómetros son prácticamente llanos, aunque el terreno es muy pedregoso. Y con pedregoso nos referimos a piedra volcánica, irregular y traicionera.
Tras dos kilómetros de paseo, llegamos al primer premio del día; el cráter de la Caldereta. El acceso es por la base, ya que este volcán tiene una apertura hacia el norte que hace sencillo llegar hasta el mismo centro. Solo es un aperitivo del premio final.
Si os fijáis a lo largo de todo el recorrido (vamos, que no hay que ser muy perspicaz), continuamente estamos rodeados de lava y más lava. Casi toda ella procede de las erupciones de principios del siglo XIX. Sin embargo, las dos calderas son muy anteriores a esta erupción. De ahí que emerjan como dos islas de color claro, en medio del sombrío y atezado paisaje circundante.

Ascenso a la Caldera Blanca
Si te decides por el plato fuerte debes saber que empieza lo duro. El ascenso no es especialmente complicado, pero si es costoso. Desde la Caldereta podemos tomar un sendero que gira rápidamente a la izquierda y nos lleva en unos 20 minutos al borde del cráter mayor, en su parte norte. Es la ruta que escoge la mayoría de la gente y la más sencilla.
Así que, como no, nos fuimos por la otra.

Hay que seguir bordeando el volcán hasta llegar al cruce de caminos para seguir con la ruta de Caldera Blanca. Desde allí se comienza una subida en diagonal por la falda del volcán. El terreno está suelto y la subida debe ser atenta. Pero las vistas son perfectas.
Tras un tramo sufrido llegamos al borde del cráter, en este caso por el lado oeste. Y aquí viene el detalle. Los alisios han subido con nosotros. El vendaval es difícil de explicar. Y todo esto al borde de un cráter volcánico.

La vista es majestuosa. 1200 metros de diámetro de una caldera perfecta. Se llama caldera a estos cráteres ideales; de libro de ciencias naturales.
Pero hay que seguir subiendo… y sufriendo. Si has escogido esta ruta, la recompensa está cerca. Y es la que no se ve haciendo la subida por el norte.
Ascendemos hasta el borde sur con el viento en aumento. Hay que elegir el día porque a veces puede llegar a ser incluso peligroso. Finalmente llegamos. A nuestros pies vemos el mar de lava del Parque Nacional de Timanfaya que se extiende a lo largo de 51 km2.

Seguimos circundando la caldera. La vista es increíble. El cráter se desploma hacia el centro en una caída vertiginosa. Al fondo vemos el Océano Atlántico.
Un pequeño pivote señala la cumbre. El viento aquí ruge y es difícil mantenerse erguido.
Y comienza el descenso. Aquí caminamos con cierta cautela por el borde. Caída a ambos lados, así que la precaución manda.
Y así hacemos el círculo completo sobre la cima del volcán.

El descenso es por la mencionada cara norte. Es sencillo, sobre todo, después de lo que hemos pasado.
La vuelta resulta incluso más fácil que la ida.
Ruta de Caldera Blanca para niños
Si piensas que esta ruta no es viable con los churumbeles, te equivocas.
Es cierto que no conviene subir hasta el mismo cráter, al menos si son muy pequeños, pero la mayor parte del recorrido es perfectamente apto para niños. Aunque no con carrito.
Sin embargo con una mochila para los más “chinijos” y un poco de cuidado para los más descerebrados, es una ruta que disfrutarán grandes y pequeños.

No olvidéis aprovechar para explicar todo lo explicable sobre los volcanes. A lo mejor sale algún geólogo.
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