Viaje a Australia (11). ¡Adios Sydney!

Como ya he dicho, existen otras atracciones en el camino, por lo que en primer lugar hicimos un alto en el Paddy’s Market, un mercadillo en toda regla donde se pueden encontrar desde típicos souvenirs para el viajero impaciente, hasta preciosas tallas y pinturas de artesanía aborigen. Todo ello sin olvidar los puestos de comida rápida, gastronomía local, ropa de marca, ropa sin marca, ropa marcada, marcas sin ropa y una variopinta serie de puestos de frutas y verduras, los cuales me resultaron especialmente reveladores, ya que permitían contemplar los detalles sencillos que nos dicen que estamos muy lejos de casa.

Las legumbres, verduras y los extraños frutos que se venden como productos normales nos señalan la “vulgaridad” de nuestros llamados “productos exóticos”. Evidentemente, el término vulgaridad no está utilizado con tono peyorativo, sino por el contrario con esa admiración y envidia que despierta el día a día de cualquier país cuando nos acercamos como turistas, sorprendidos de lo extraño que son los hechos cotidianos de otras culturas.

Circular Quay

A continuación proseguimos la ruta visitando nuestro primer museo del día, el Powerhouse Museum, una antigua central eléctrica construída en 1902 y rediseñada como museo interactivo con dos decenas de exposiciones simultáneos distribuidas en sus cuatro plantas. Coincidimos con una exposición itinerante que rendía homenaje a la serie de La guerra de las galaxias y pudimos contemplar parte del vestuario utilizado en las películas, fotografiarnos con alguno de los personajes y, lo que más me gustó, probar la máscara de Darth Vader y hablar durante un rato con su mismo tono de lata de conserva.

darth vader

El resto del camino transcurrió alrededor de terrazas abarrotadas de gente y con pequeñas incursiones en el Harbourside Shopping Center y el Jardín Chino hasta llegar finalmente al Acuario, seguramente uno de los mejores del mundo. Allí, además de disfrutar como enanos contemplando una infinidad de fauna marina desconocida, pudimos participar de la sensación que supone caminar por el fondo del océano en medio de peligrosos depredadores, gracias a los fantásticos túneles acrílicos construidos bajo dos inmensas piscinas habitadas por varios tipos de tiburones y rayas, además de una importante representación de la fauna del arrecife de coral australiano.

La exposición de fauna marina incluye un enorme número de pequeños acuarios con un aparente batiburrillo de peces de todos los colores imaginables, a lo cual contribuyen sin duda, las siete especies de peces payaso procedentes de la Gran Barrera de coral y otro grupo también significativo de peces mariposa que despliegan todas las tonalidades del arco iris en unos pocos metros cúbicos de agua.

acuario de Sydney

El acuario de Sydney es una de las atracciones de la ciudad, que más tarde cierran sus puertas a los visitantes, por lo que recomiendo efusivamente dejar su contemplación para las horas de la tarde y tras el relajante paseo por sus galerías, gozar de un sosegado descanso nocturno, bien ganado por el esfuerzo y bien aprovechado por la tranquilidad de nuestro contexto mental.

Sydney tiene dos grandes puntos de aglomeración de visitantes; uno como ya hemos visto es Darling Harbour, y el otro es el que se extiende por las inmediaciones de Circular Quay y que engloba desde el Harbour Bridge hasta el Opera House, y más alla el inmenso jardín botánico de 30 hectáreas ubicado en pleno corazón. En el se puede contemplar una maravillosa representación de la fauna continental, sin olvidar por ello la excelente muestra de arboles, arbustos y hierbas procedentes de latitudes más septentrionales.

Llama la atención la inmensa pirámide situada en su extremo sur, donde se alzan dos enormes invernaderos constituidos por vegetación exótica procedente de los ecosistemas tropicales. También a tener en cuenta el Herbario, donde se atesoran casi un millón de plantas desecadas para estudio e incluye la colección formada por Joseph Banks en el viaje que el Capitán Cook realizó por la costa australiana en 1770.

parque

Caminando por los jardines nos encontramos con un curioso inquilino del Jardín Botánico, concretamente con miles de curiosos inquilinos, y es que la frondosa y silenciosa vegetación ha cautivado la atención de enormes bandadas de murciélagos frugívoros que han decidido instalarse aquí y que actualmente suponen una importante e incómoda plaga para estas instalaciones.

Tuvimos oportunidad de comprobar in situ alguno de los problemas causados cuando, al pasar por debajo de una de las bandadas que reposaba en la copa de un árbol, fuimos recibidos con unas cuantas, no demasiadas, deyecciones de los animalitos. Puedo corroborar su alimentación exclusiva de frutas y también confirmar los efectos que éstas producen en la digestión de estos mamíferos, expresada por unos restos pegajosos de consistencia pastosa que se adherían irremediablemente a la suela de nuestros zapatos y que nos costó buen rato despegar de las suelas. Afortunadamente, un par de recuerdos que nos dejaron en la ropa, pudieron ser eliminados gracias al agua de los numerosos estanques cercanos.

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Nuestro paseo nos llevó hasta la puerta norte del recinto, desde la cual proseguimos camino hacia el centro de la ciudad, donde al ser día de trabajo, el bullicio de las calles nos supuso un mayor contraste con la paz recién abandonada. Cruzamos todo el centro financiero y seguimos a los grupos de ejecutivos que se acercaban hasta los Food Courts para tomarse un respiro y un aperitivo.

Los Food Courts son una especie de centros comerciales, a modo de circo romano, compuestos casi exclusivamente por puestos de comida rápida de todo tipo. Había hamburgueserías, restaurantes hindúes, chinos, japoneses, thailandeses, italianos, franceses y varios más que no recuerdo donde el cliente solicita su menú y una vez despachado en una bandejita, se acomoda en la zona central, habilitada con cientos de sillas y mesitas donde dar veloz cuenta de la comida para volver al trabajo lo más rápido posible. Sin duda, las incomodidades de vivir en lugares alejados del centro de trabajo, quedan en cierta medida compensados por la facilidad de disponer de un lugar cercano para poder comer, aunque a mí, si bien me pareció divertido como experiencia me produjo una cierta nostalgia de los tiempos donde las comidas familiares a hora fija eran un credo en las relaciones familiares.

Queen Victoria Building o, ¡vámonos de compras!

qvb2

La tarde quedaba reservada para una visita de carácter comercial al Queen Victoria Building y al Strand Arcade. El primero de ellos se trata de un edificio diseñado en 1898 y cuya función inicial fue dar cabida al mercado de Sydney. Al finalizar la I Guerra Mundial, el mercado fue clausurado y el edificio entró en una fase de abandono que a punto estuvo de culminar con su demolición. Afortunadamente se restauró y, en 1986 reabrió sus puertas transformado en un enorme centro comercial con más de 190 tiendas. Lo más llamativo de su estructura es la gran cúpula central elaborada en cobre y la cristalera superior que permite la entrada de luz en todo el recinto, lo que le confiere una cierta iluminación de carácter intimista, sobre todo en las plantas inferiores.

qvb

El otro clásico es el Strand Arcade, galería comercial ya, desde la época victoriana. Sufrió un grave incendio hace unos años, aunque la restauración que se hizo le ha permitido volver a desplegar todo el esplendor de su época. Es punto de visita obligado para cualquiera que quiera contemplar las últimas tendencias de la moda australiana, así como lujosas joyerías. Nuestra visita al QVB fue dedicada casi en exclusiva a recorrer los largos pasillos que lo conforman y a curiosear en alguna de las originales tiendas que se pueden encontrar y finalizamos el recorrido degustando un estupendo café en una de las cafeterías que se localizan en su interior.

Nuestro ultimo punto del recorrido por Sydney quedó reservado para el Sydney Fish Market, un enorme mercado de pescado fundado en 1989 y donde se gestiona la venta de, literalmente, una burrada de pescado. Se trata del mayor mercado del hemisferio sur y el tercero a nivel mundial en cuanto a variedad. Anualmente pasan por aquí unas 500 especies distintas de pescados y mariscos que suponen más de 13.000 toneladas de comida. Lo dicho ¡una burrada!

sydney-fish-market

Estuvimos paseando un rato por una pequeña parte de las instalaciones, hasta que descubrimos que podíamos hacer una compra y que nos la preparasen in situ. Ahí finalizó el recorrido; adquirimos gustosamente una langosta y media docena de enormes langostinos tigre, y también gustosamente, procedimos a hacer el análisis de palatabilidad que fue superado sin ninguna duda.

 

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